domingo, 21 de julio de 2013

Lisérgida: un viaje sin retorno desde la farmacéutica Sandoz hasta la Convención de Viena.


La LSD, dietilamida del ácido lisérgico o lisérgida es un compuesto químico semi-sintético creado en 1938 por Albert Hofmann mientras estudiaba las sustancias naturales derivadas del cornezuelo de centeno relacionadas con el ácido lisérgico en el departamento de química farmacéutica de los Laboratorios Sandoz de Basilea, a pesar, o gracias, a la recomendación del fundador y director de la sección Arthur Stoll, quien le indicó textualmente: “Le prevengo contra las dificultades con que se encontrará al trabajar con alcaloides del cornezuelo de centeno. Se trata de sustancias sumamente delicadas, de fácil descomposición y, en cuanto a estabilidad se refiere, muy distintas de los que usted ha trabajado en el terreno del glicósido cardíaco. Pero si así lo desea, inténtelo”. 
El químico suizo describiría el consumo de la LSD, cinco años más tarde de su creación, como "una de las dos o tres cosas más importantes que he hecho en la vida”.


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En este interesante libro el investigador narra la historia de una de las sustancias visionarias más importantes sintetizadas por el ser humano, ampliamente utilizada como medicamento experimental en clínicas psiquiátricas, posteriormente utilizada como droga psicodélica recreativa por la contracultura hippie de los sesenta y finalmente ilegalizada al ser incluida en la lista I de sustancias estupefacientes en el Convenio de Viena del año 1971, lo que no puede justificarse desde el punto de vista científico o sanitario, puesto que es una sustancia muy segura, presenta una baja toxicidad comparada con otras drogas legales y además carece de potencial adictivo. En definitiva, una molécula muy interesante que, en mi opinión, debería ser considerada como patrimonio de la humanidad.


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