lunes, 13 de enero de 2014

Complejos vitamínicos y suplementos minerales ¿Un problema de salud pública?

La industria farmacéutica, los herbolarios y otros partidarios de este tipo de preparados los presentan como un remedio casi milagroso para prevenir y tratar muchas afecciones. Frascos de comprimidos compuestos de vitaminas y minerales se congregan desde hace décadas en los estantes de estos establecimientos, pero desde hace años los científicos ponen en duda su buena fama y hasta señalan sus peligros, aunque el público no siempre escucha estas advertencias.

En 2012 se reportó que más de la mitad de los habitantes de Estados Unidos consumieron vitaminas durante ese año y el mercado europeo ofrece datos similares. América Latina es, por su parte, la región del mundo donde más adeptos existen, siendo Brasil el país donde más se comercializan, seguido por México. En diciembre del año siguiente vio la luz esta publicación en “Annals of Internal Medicine” en la que se concluyó que los suplementos vitamínicos son una pérdida de dinero y pueden ser un peligro para la salud de sus consumidores. 

Debido a la naturaleza de estos complementos nutricionales, las compañías que los producen no necesitan tramitar ensayos clínicos de eficacia ni de seguridad a largo plazo antes de llevarlos a las estanterías, así como tampoco son requeridos estudios post-comercialización o también denominados de farmacovigilancia, al no ser considerados medicamentos. 

A pesar de todo esto, la idea de que la ingestión diaria de megadosis de vitaminas es buena continúa perpetuándose, un verdadero sinsentido.


lunes, 11 de noviembre de 2013

Posicionamiento contra las Terapias Alternativas sin Evidencia Científica

Destaco hoy en mi blog un fragmento de un escrito de las LXX Jornadas Estatales de Estudiantes de Medicina celebradas por el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina.

"La asamblea general del consejo estatal de estudiantes de medicina, máximo órgano de representación de los estudiantes de medicina de España, en su sesión celebrada el 19 de octubre en las LXX Jornadas Estatales de Estudiantes de Medicina adoptó el acuerdo de aprobar el siguiente posicionamiento en relación con la creciente prevalencia de las medicinas sin evidencias científicamente demostradas
Como futuros médicos debemos comprometernos con la atención sanitaria de máxima calidad, y es por ello que tenemos que adquirir ciertos conocimientos relacionados con una atención de excelencia.
La medicina basada en la evidencia (MBE) es el uso consciente, explícito y juicioso de las  mejores evidencias para el cuidado de los pacientes individuales. Su práctica significa integrar la pericia clínica individual con la mejor evidencia clínica externa disponible, que provenga de investigación sistemática, y los valores y expectativas del paciente. El objetivo primordial de la MBE es el de que la actividad médica, en todos sus ámbitos, se fundamente en datos científicos y no en suposiciones o creencias, de forma que se puedan otorgar a los pacientes los cuidados necesarios para obtener resultados óptimos.
La adopción sistemática de la MBE en la práctica clínica ha sido responsable de la gran mejoría de la calidad asistencial que ha experimentado la medicina en los últimos años, no sólo a nivel técnico y científico, sino también a nivel humano, al incidir en la importancia de la relación médico paciente. De esta forma, queda patente la gran importancia y validez de la MBE como herramienta a la hora de tratar los problemas relacionados con la salud.
Medicinas no científicas, mal llamadas medicinas alternativas o medicinas naturales, son los diversos procedimientos empleados con el fin de curar a las personas, que no pertenecen al campo de la  medicina convencional y que carecen de denominador común, excepto la falta de evidencias científicas de  su eficacia y el hecho de que suelen estar basado en premisas que contradicen el conocimiento científico actual.
Dichas medicinas alternativas suponen un problema de salud, ya que no se lo ofrece al paciente el tratamiento con más evidencias científicas en el momento actual sino que se le ofrecen en su lugar medicinas sin estas evidencias con posibles efectos secundarios no conocidos, lo que llevará en numerosas ocasiones a agravar el pronóstico del paciente y dificultar su tratamiento."

En este enlace tenéis el resto del documento.
¡Un fuerte aplauso para ellos!

           

lunes, 28 de octubre de 2013

Por un mundo a favor del progreso y sin censura.

ECOLOGISMO Y TRANSGÉNICOS: UNA PROPUESTA DESDE LA IZQUIERDA
Parece haber una guerra abierta del movimiento ecologista en general y de los partidarios de la “agricultura ecológica” en particular contra una tecnología conocida como ingeniería genética, y más concretamente contra los organismos genéticamente modificados, los famosos transgénicos. Los enemigos de esta tecnología sostienen que dichos organismos son potencialmente peligrosos para el medio ambiente y el consumo humano y que su producción lleva al agricultor a perder control sobre sus productos en favor de multinacionales como Monsanto.

En cambio los defensores de los organismos genéticamente modificados (entre los que me encuentro) sostenemos que no hay estudios que demuestren la supuesta peligrosidad de estos organismos (lo que no quita que pueda haber algún estudio concreto de algún organismo concreto, en situaciones experimentales muy concretas). A esta falta de pruebas sobre la peligrosidad se suman las numerosas pruebas en sentido contrario, como la que apuntan que estos organismos pueden contribuir a mejorar el medio ambiente, ya sea gracias a la capacidad de algunos para resistir a las plagas (lo que conlleva un menor uso de pesticidas), la menor necesidad de agua para su producción en otros casos y un largo etcétera de mejoras que hacen que los cultivos sean más resistentes y productivos. A estas ventajas medioambientales se suman también otras para la salud humana. Un buen ejemplo de ello es el arroz dorado, que de ser producido en grandes cantidades podría evitar más de un millón de casos de ceguera al año por déficit de beta-carotenos en Asia, o el trigo sin gluten que recientemente se ha desarrollado en la Universidad de Córdoba.

En cuanto al tema de la dependencia tecnológica de multinacionales, debemos recordar que la agricultura mundial ya dependía de estas mismas multinacionales antes de que existieran los transgénicos y por lo tanto estos no pueden ser nunca la causa de esta dependencia. No se trata de estar en contra de esta tecnología como forma de oponerse a las multinacionales, de la misma forma que nuestra lucha contra los abusos de Microsoft o Apple no nos llevan a estar en contra de la informática sino a apostar por el software libre y gratuito. De la misma forma, en agricultura deberíamos apostar por algo parecido, un sistema público de desarrollo de esta tecnología que permita al agricultor acceder a la misma libremente, reduciendo o eliminando la actual dependencia con las multinacionales. Un camino que ya han iniciado muchos países, como Cuba, donde el estado financia la investigación sobre semillas transgénicas que posteriormente llegarán a los agricultores a precio de semillas corrientes. Gracias a esta tecnología, Cuba ha comenzado a cultivar un maíz resistente a la principal plaga de la isla, reduciendo su dependencia del maíz de importación y por lo tanto mejorando su soberanía alimentaria.

Sin embargo, el análisis básico de los ecologistas sobre el modelo agrícola actual es sustancialmente correcto: El sistema de explotación capitalista de la agricultura es un modelo insostenible desde el punto de vista medioambiental que está generando numerosos problemas como la erosión y pérdida del suelo, la contaminación de ríos y acuíferos por culpa de los abonos nitrogenados inorgánicos y de pesticidas, pasando por la desecación de esos mismos acuíferos, la generación de residuos sólidos, la deforestación de grandes zonas de selva tropical para obtener tierras de labor, etc. A todo esto debemos sumar que el actual modelo agrícola es socialmente injusto por que dificulta la supervivencia a los pequeños agricultores y favorece que a las multinacionales acaparar cada vez mayor parte del pastel; haciendo que los pueblos sean cada vez más dependientes de estas compañías y convirtiendo la alimentación en un producto para especular en lugar de un Derecho Humano con el criminal resultado de que millones de personas mueran de hambre. no por la falta de producción de alimentos sino a causa de esa especulación que tan vilmente enriquece a unos pocos.

Frente a este modelo, la respuesta ha sido la agricultura mal llamada ecológica u orgánica, cuyos heterodoxos planteamientos pueden ir desde posturas más o menos basadas en propuestas racionales que se apoyan en investigaciones científicas serias hasta en las ideas metafísicos de ciertos grupos, amantes de concepciones esotéricas sobre “lo natural” que defienden la vuelta a un supuesto pasado idílico en el que vivíamos en “armonía con la naturaleza”. Si bien de los planteamientos de estos últimos poco se puede sacar de utilidad, lo cierto es que gracias a los primeros tenemos conceptos tan valiosos como el de lucha integrada contra las plagas, la combinación de cultivos para aumentar la resistencia frente a enfermedades, el compostaje, la protección del suelo mediante setos y/o técnicas de laboreo adecuadas y otras propuestas que suponen una valiosa contribución a un futuro modelo de agricultura sostenible que garantice el derecho de la humanidad a una alimentación sana y de calidad. Muchos de los defensores de la tecnología transgénica califican a la agricultura ecológica de anticientífica y a sus partidarios de tecnófobos radicales que rechazan irracionalmente el avance tecnológico. Postura esta última irracional, absurda e insostenible, ya que si bien es cierto que dentro de este movimiento hay mucho new age pasado de peyote; lo cierto es que, como reza el dicho, no todo el monte es orégano y agricultores ecológicos hay de muy diverso pelaje: desde luditas radicales a simples agricultores convencionales que ven una oportunidad de conseguir con la moda de “lo orgánico” mejores mercados y un precio más justo por su producto. No obstante, la mayoría de ellos comparten una preocupación genuina por el medio ambiente y la búsqueda de un modelo agrícola alternativo que sea medioambientalmente sostenible y que garantice la soberanía alimentaria de los pueblos. Algo con lo que desde un planteamiento de izquierdas difícilmente puede estarse en contra.

Desgraciadamente, hoy en día estas técnicas por si solas no pueden competir ni de lejos en producción con las de la agricultura tradicional. El producto ecológico es un producto caro que sólo tiene futuro gracias a un sector de la población que posee dos características muy específicas: un poder adquisitivo suficiente para poder hacer frente al sobreprecio que supone esta forma de explotación y la creencia de que estos productos son mejores para su salud personal o que dicho producto tiene ciertas cualidades organolépticas superiores (el consabido tomate “que sabe a tomate de los de antes”) que le lleva a pagar ese sobreprecio. Así, lo que en principio pretende ser una respuesta contra la agricultura capitalista, acaba siendo integrado en este sistema como (ironías de la vida) un producto de lujo. A esto ha contribuido enormemente el hecho de que para considerar a un producto como “ecológico” no tiene que probar que es ambientalmente sostenible, sino solamente que en su producción no se han utilizado productos químicos de síntesis. Es decir, que unos kiwis producidos en Nueva Zelanda sin productos químicos de síntesis y transportados a Europa por avión obtendrían su sello de orgánicos pese a que la huella ecológica debida a ese transporte por avión sea posiblemente muy superior a la de cualquier producto cultivado en las cercanías del lugar de consumo, sea o no orgánico. De la misma forma, será considerado ecológico un producto abonado con abonos orgánicos, aunque estos sean utilizados excesivamente y contaminen (que también pueden) un cauce de agua próximo.

Debemos entender que la actual agricultura ecológica no es hoy en día una alternativa, sino una parte más del modelo capitalista de explotación agrario, que con el marketing de la defensa de “lo natural” tiene como público objetivo a las clases más pudientes de dicho sistema. Plantear una batalla agricultura ecológica contra convencional carece de sentido pues ambas se encuentran integradas en el modelo de mercado capitalista, cada una dirigida a grupos de consumidores diferentes, uno más generalizado y el otro más especializado y pudiente. Frente a esto debemos plantearnos un modelo de producción agraria diferente que sea realmente sostenible para el planeta, que permita garantizar la soberanía alimentaria de los pueblos y una buena calidad de vida al agricultor, y que al mismo tiempo proporcione alimentos de calidad a un coste asequible para cualquier persona. Un modelo así requiere tener en cuenta una gran cantidad de factores, desde los sociales y económicos relacionadas con los medios de producción y la propiedad de la tierra hasta los relacionados con los métodos de producción, como las técnicas de cultivo para emplear o la selección de plantas adecuadas. En este modelo sostenible los transgénicos son una herramienta agrícola más que contribuyen con semillas más resistentes tanto a enfermedades y plagas como a sequías o heladas. Desde esta perspectiva basada en el concepto de producción integrada sostenible, la soberanía alimentaria de los pueblos y la consideración del derecho a comer como un derecho humano fundamental que debe ser garantizado por los poderes públicos mundiales, los cultivos transgénicos son perfectamente compatibles con los planteamientos ecologistas, pudiendo convertirse en una tecnología extremadamente valiosa en la consecución de esos objetivos.

Juan Segovia. Militante del PCA e Izquierda Unida Andalucía y miembro del grupo promotor del Área de Ciencia en Izquierda Unida. Twitter: @juanillosegovia
  
 
Más claro el agua. Gracias.

domingo, 20 de octubre de 2013

Vitamina C: mitos y “mentirijillas”

            La vitamina C o ácido ascórbico es un compuesto químico esencial presente en diversos alimentos que desempeña diferentes funciones en el organismo humano.


            Desde que el gran científico Linus Pauling afirmara que dosis altas de vitamina C podrían ser útiles en la prevención de resfriados comunes se instauró este conocimiento en la cultura popular, el cual resultó ser erróneo según últimas averiguaciones.

            El mito está prácticamente desmontado en la actualidad aunque todavía existe en la mente de algunas personas, lo cual utiliza la famosa industria farmacéutica Bayer en las labores de promoción de su producto Redoxon ®, comercializado en España desde el año 1959.

           
            La información expuesta en el cartonaje está exenta de controversia puesto que sabemos que la vitamina C juega un papel importante en el sistema inmune. Sin embargo, deberíamos de destacar en este punto la recomendación de adquirir estos compuestos en la dieta, con la que además incorporamos al organismo otras sustancias interesantes (flavonoides, fibra, sales minerales, otras vitaminas...) y la escasa utilidad de los suplementos vitamínicos de venta en farmacias y parafarmacias, sólo eficaces en estados carenciales. Sea como fuere, el principal problema desde mi punto de vista reside en la publicidad, claramente engañosa, de la página de Internet de Bayer, en la cual dan a entender que el complemento sirve para prevenir resfriados en épocas de frío cuando no se ha demostrado que sea así, por lo que podríamos afirmar que la empresa miente al consumidor a través de su página web.



martes, 23 de julio de 2013

Aspartamo: donde la quimiofobia y la naturafilia se confunden.


            En los últimos años han surgido nuevas tendencias en nutrición basadas en la creencia popular de que los productos de origen natural son “buenos”  y los compuestos sintéticos, “malos”. A menudo este miedo hacia los ingredientes artificiales es irracional e inexplicable, como ocurre en el caso del aspartamo.


            El aspartamo o E-951 es un edulcorante artificial no calórico utilizado en productos como chicles, refrescos “light”, ciertos medicamentos y salsas para cocinar, entre otros. Desde el punto de vista químico, está formado por los aminoácidos naturales L-Aspartato y L-fenilalanina unidos, encontrándose este último en forma de metil-éster.


            Al introducirse en el organismo, la molécula se desdobla en sus aminoácidos constituyentes y metanol, alcohol que podría conllevar efectos nocivos en el organismo humano según algunos críticos, algo falto de fundamento (mientras no hablemos de la intoxicación por el químico puro...) debido a que los aminoácidos que lo integran se hallan en cualquier dieta normal y el metanol, supuestamente tóxico, es producido también en la digestión de frutas y hortalizas.
Para hacernos una idea, una taza de 240 mL de jugo de tomate genera 85 mg de metanol desde la pectina u otros metil-ésteres, y una lata de refresco “light” de 330 mL libera unos 28 mg, que viajan al hígado para transformarse en formaldehído, compuesto prácticamente indetectable en el ser humano, que rápidamente se degrada a ácido fórmico, eliminado a través de los riñones, igual que el metanol. Otro dato interesante es que la Ingesta Diaria Admisible o cantidad que puede consumirse de manera segura cada día durante toda una vida (IDA) del aspartamo en humanos es de 50mg/Kg de peso corporal por día, lo que significa que una persona de unos 68 Kg podría tomar 24 latas de un refresco “light” al día durante toda su existencia (lo que corresponde a 8 unidades en un niño de 23 Kg) sin que esto supusiera un problema de salud, algo complicado por otra parte, según patrones de consumo normales. Desde este punto de vista, y para mantener la coherencia en su razonamiento, un individuo con recelo hacia el consumo del edulcorante debería huir también de alimentos naturales como frutas y hortalizas generadoras de metanol, lo que podría suponer un riesgo para su organismo, al dejar de consumir nutrientes esenciales para la vida.
Por otro lado, el consumo de fenilalanina ha de controlarse en personas con fenilcetonuria ya que puede ser perjudicial, sin embargo, una bebida endulzada con la sustancia en tela de juicio aporta unos 100 mg, en comparación con los 300 mg de un huevo o los 900 mg que produce una hamburguesa de tamaño grande.

En resumen, la aprensión a esta sustancia reconocida como segura tanto en sujetos sanos como en embarazadas se considera ilógica y descabellada desde el punto de vista científico. Para más información podéis consultar estas dos fuentes.
 

domingo, 21 de julio de 2013

Lisérgida: un viaje sin retorno desde la farmacéutica Sandoz hasta la Convención de Viena.


La LSD, dietilamida del ácido lisérgico o lisérgida es un compuesto químico semi-sintético creado en 1938 por Albert Hofmann mientras estudiaba las sustancias naturales derivadas del cornezuelo de centeno relacionadas con el ácido lisérgico en el departamento de química farmacéutica de los Laboratorios Sandoz de Basilea, a pesar, o gracias, a la recomendación del fundador y director de la sección Arthur Stoll, quien le indicó textualmente: “Le prevengo contra las dificultades con que se encontrará al trabajar con alcaloides del cornezuelo de centeno. Se trata de sustancias sumamente delicadas, de fácil descomposición y, en cuanto a estabilidad se refiere, muy distintas de los que usted ha trabajado en el terreno del glicósido cardíaco. Pero si así lo desea, inténtelo”. 
El químico suizo describiría el consumo de la LSD, cinco años más tarde de su creación, como "una de las dos o tres cosas más importantes que he hecho en la vida”.


Para más información os recomiendo fervientemente este documento.


En este interesante libro el investigador narra la historia de una de las sustancias visionarias más importantes sintetizadas por el ser humano, ampliamente utilizada como medicamento experimental en clínicas psiquiátricas, posteriormente utilizada como droga psicodélica recreativa por la contracultura hippie de los sesenta y finalmente ilegalizada al ser incluida en la lista I de sustancias estupefacientes en el Convenio de Viena del año 1971, lo que no puede justificarse desde el punto de vista científico o sanitario, puesto que es una sustancia muy segura, presenta una baja toxicidad comparada con otras drogas legales y además carece de potencial adictivo. En definitiva, una molécula muy interesante que, en mi opinión, debería ser considerada como patrimonio de la humanidad.


miércoles, 17 de julio de 2013

Terapia con “plantas anticancerígenas” no basada en ensayos clínicos: vender la piel del oso antes que cazarlo.

Como vimos en la entrada anterior, la farmacología clínica es una herramienta esencial a la hora de demostrar la eficacia y la seguridad de sustancias de origen natural o sintético.
 A pesar de que esta información científica es de fácil acceso, existen en Internet ciertas páginas carentes de rigor científico y potencialmente dañinas para la salud pública en las cuales personas sin titulación sanitaria recomiendan vegetales para tratar enfermedades graves, tanto en el discurso o hilo principal como en los comentarios

Los argumentos que utilizan en su defensa son de diversa índole, todos ellos de dudosa veracidad científica, desde la falta de efectos adversos de las plantas hasta el odio más irracional  y absurdo hacia el sector farmacéutico (observen la réplica del autor del blog)
            Asímismo, los estudios preclínicos aportados en sus afirmaciones carecen de validez, es decir, no exponen la eficacia ni la seguridad del vegetal estudiado en humanos, como ya apuntamos en este enlace. Además, el autor confunde dos enfermedades entre sí, la hiperplasia benigna de próstata  y el cáncer. En definitiva, su supuesta fitoterapia huye de la investigación clínica y el conocimiento médico, por lo tanto, puede ser ineficaz y potencialmente peligrosa.
            Otro problema consiste en afirmar rotundamente que la fitoterapia carece de efectos nocivos, lo cual es erróneo, puesto que cualquier medicina, independientemente de su origen, tiene reacciones adversas asociadas, como advertimos en estos dos ejemplos. Curiosamente, este último medicamento anticancerígeno se obtuvo del tejo, así como la vincristina y la vinblastina de esta planta  se comercializaron por laboratorios. Así pues, curar el cáncer interesa, siempre que exista evidencia y un perfil toxicológico adecuado, condición que no cumplen algunas plantas (como señala esta revisión canadiense bien documentada) poseedoras de compuestos adicionales con efectos diferentes a los deseados, lo que nos obligaría a aislar el químico puro responsable de la supuesta actividad antitumoral.
Sea como fuere, necesitamos establecer una dosis fija de una determinada molécula para un tratamiento adecuado, lo que con infusiones o la ingestión de hojas es imposible, además de potencialmente dañino, como podrán deducir los lectores. En definitiva, es un error recomendar un vegetal para el cáncer sin una experimentación rigurosa en humanos.

            Por todo ello, podemos concluir que la promoción de la medicina natural antineoplásica no basada en ensayos clínicos en humanos supone un grave atentado contra la salud pública. Las únicas personas capacitadas para la lucha contra el cáncer son los profesionales sanitarios que abogan por la medicina científica.